Los científicos han descubierto cantidades récord de mercurio acumuladas en las fosas profundas del Pacífico, cuyos sedimentos marinos muestran una contaminación varias veces mayor que en otras partes de los océanos del mundo.
Los niveles sin precedentes de contaminación por mercurio hallados en el lugar más desolado del Océano Pacífico han salido a la luz esta semana a través de un nuevo estudio científico publicado en la revista Scientific Reports de la editorial Nature.
El estudio resume las conclusiones de un equipo multinacional que reunió a científicos de Canadá, Dinamarca, Alemania y Japón. La investigación se basa en las primeras mediciones directas de residuos de mercurio realizadas a profundidades de hasta seis millas (10 kilómetros) bajo la superficie del Pacífico.
Antes de la investigación, las mediciones se habían realizado sólo en las llamadas zonas abisales de una a cuatro millas (dos a seis kilómetros) de profundidad, y ahora los científicos se han adentrado en la zona más profunda, conocida como hadal. Se han recogido muestras de la Fosa de Kermadec, frente a la costa de Nueva Zelanda, así como de la Fosa de Atacama, que abarca la costa de Perú y Chile.
En esta última había cantidades de mercurio significativamente mayores que en la primera, con concentraciones que alcanzaban hasta 400 nanogramos, mientras que las concentraciones en otras partes de los océanos del mundo medían menos de 80 nanogramos de media.
Estos resultados indican que la salud de los océanos del mundo podría ser peor de lo que se creía hasta ahora, afirmó el autor principal del estudio, el profesor de la Universidad de Aarhus Hamed Sanei.
«La mala noticia es que estos altos niveles de mercurio pueden ser representativos del aumento colectivo de las emisiones antropogénicas [originadas por la actividad humana] de Hg [mercurio] en nuestros océanos», declaró. «Sigue siendo bastante alarmante la cantidad de mercurio que ha acabado en las fosas oceánicas. Esto puede ser un indicador de la salud general de nuestros océanos».
La buena noticia para los humanos es que es poco probable que el mercurio acumulado en las fosas salga de ellas, siendo más bien una preocupación para las criaturas de aguas profundas que acechan allí, más que para nosotros.
«Las fosas oceánicas actúan como un vertedero permanente, por lo que podemos esperar que el mercurio que acabe allí quede enterrado durante muchos millones de años. La tectónica de placas transportará estos sedimentos a las profundidades del manto superior de la Tierra», dijo Sanei.