El terremoto de magnitud 7,9 se produjo el 30 de mayo de 2015, a unas 117 millas al noroeste de Chichijima, en las islas Ogasawara. En el momento del suceso, el epicentro del temblor fue rastreado a unos 664 km bajo el océano Pacífico occidental. Pero según un nuevo estudio publicado por investigadores de la Universidad de Arizona, el terremoto se sintió a mucha más profundidad de lo que se pensaba.
Los investigadores de Arizona analizaron los datos recogidos por la red de sismómetros de Japón para determinar la profundidad de las réplicas del terremoto.
El terremoto más potente, que alcanzó una magnitud de 7,9 en la escala de Richter, se produjo justo frente a la costa de las remotas islas Bonin, un archipiélago subtropical también conocido como islas Ogasawara.
Después de que el terremoto principal sacudiera la región, los investigadores de Arizona encontraron una serie de réplicas a una profundidad de hasta 751km bajo tierra.
Hasta ahora se pensaba que era prácticamente imposible que los terremotos se produjeran a tanta profundidad.
Según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), los terremotos suelen registrarse a profundidades comprendidas entre cero y 435 millas (cero y 700 km).
Pasadas estas profundidades, las temperaturas y presiones que actúan sobre las rocas de la Tierra hacen que éstas se deformen en lugar de romperse y fallar.
Pero en el nuevo estudio publicado en Geophysical Research Letters, los científicos de Arizona parecen haber encontrado un nuevo límite.