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Los principales países poseedores de armas nucleares intentan convencer a la opinión pública y a los demás de que cualquier perspectiva real de conflicto nuclear está descartada gracias a la destrucción mutua asegurada. Sin embargo, los científicos han descubierto que, en caso de producirse, la destrucción estaría mucho más asegurada de lo que imaginan, y no se limita a ser «mutua».
Si le inquieta la posibilidad de que estalle un conflicto nuclear mundial de forma repentina, tal vez quiera considerar la posibilidad de trasladarse a Australia, Argentina, Brasil, Paraguay o algunos de los países de África central, ya que estos estados probablemente sobrevivirían a lo que el resto del mundo no podría tras un conflicto de este tipo: una hambruna masiva.
Utilizando modernos modelos climáticos y de crecimiento de las cosechas, científicos de EE.UU., Noruega, Alemania y Australia calcularon que las muertes estimadas por un conflicto nuclear palidecerían en comparación con las causadas por la hambruna posterior, y el beneficio no se limitará a los países que intercambien armas nucleares. Cualquier conflicto nuclear podría causar tormentas de fuego que levantarían masas de hollín en el aire, bloqueando el sol.
Si las cosechas se pierden por la falta de luz solar, simplemente no habría suficiente comida para alimentar a todo el mundo. En el Reino Unido, por ejemplo, habría una reducción media del 90% de las calorías recibidas, lo que significa que la mayor parte de la población del país podría morir de hambre.
«Todo el mundo entiende que los efectos directos de la guerra nuclear serían horribles, como vimos en Hiroshima y Nagasaki. Nuestro trabajo demuestra que podría morir más de diez veces más gente en el resto del mundo debido a los impactos en el clima y la agricultura», dijo el profesor Alan Robock de la Universidad de Rutgers (EE.UU.).
Incluso un conflicto entre potencias nucleares menores, como Pakistán e India, podría matar de hambre a miles de millones de personas, en comparación con los 50-100 millones de muertes que se estiman por el uso mutuo de las armas nucleares por parte de estos dos países.
Lo que hace que Australia, África y casi la mitad de Sudamérica sean tan especiales es que estos países y regiones ya cultivan cosechas resistentes a la falta de luz solar, como el trigo, en enormes cantidades, mientras que corren un menor riesgo de ser alcanzados por una bomba nuclear y tienen una población doméstica relativamente pequeña. Sin embargo, incluso ellos tendrían problemas tras un conflicto nuclear, ya que los supervivientes de los países hambrientos probablemente intentarían trasladarse a los vecinos más afortunados.
Naturalmente, el estudio hace una serie de suposiciones, como la de que el comercio internacional sería casi inexistente. Aun así, ofrece una imagen aproximada de los grandes problemas a los que podría enfrentarse la humanidad si algún país decidiera utilizar armas nucleares.