- El África oriental se enfrenta a una plaga de mil millones de langostas que están devorando los cultivos
- La población de insectos podría aumentar 500 veces en cuatro meses si no se controla
- La ONU quiere 76 millones de dólares para comprar plaguicidas y aviones para controlar los enjambres.
África oriental se enfrenta a una hambruna generalizada si no se pueden controlar las plagas de langostas que devoran los cultivos de la región, han advertido las Naciones Unidas.
Etiopía, Somalia, Kenya, Tanzanía, Uganda, Eritrea y Djibouti -con una población total de 276 millones de habitantes- podrían quedarse sin alimentos.
Se cree que las langostas ya ascienden a más de mil millones y su población podría aumentar 500 veces en los próximos cuatro meses si no se hace nada.
David Beasley, director del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, ha pedido 76 millones de dólares para pagar los pesticidas y los aviones para fumigar los enjambres.
También advirtió que los países afectados no tienen los recursos para combatir los insectos por sí solos.
El Sr. Beasley también advirtió que unos 13 millones de personas necesitarán suministros de alimentos si la plaga no se controla, con un costo estimado de 1.000 millones de dólares.
La invasión de langostas es la peor infestación en Kenya desde hace 70 años y la peor en Somalia y Etiopía desde hace 25 años.
Kenya ha comenzado a rociar los enjambres con plaguicidas, Uganda está enviando al ejército a rociar los insectos, mientras que Somalia ha declarado el estado de emergencia.
Se cree que la nube de langostas comenzó en el Yemen, devastado por la guerra, hace tres meses, antes de trasladarse a Etiopía y Somalia en diciembre.
A finales de mes habían llegado a Kenya, y luego cruzaron a Uganda en las últimas semanas.
Las langostas del desierto son típicamente criaturas solitarias, pero pueden formarse en enormes enjambres en las condiciones adecuadas.
Se cree que la culpa es de las fuertes lluvias, que hacen que la población aumente, seguidas de una sequía que obliga a las criaturas a ocupar una zona más pequeña.
A medida que el grupo es forzado a unirse, los cuerpos de las langostas se inundan con una hormona llamada serotonina, que produce el comportamiento de enjambre.
El cambio es tan dramático, que durante décadas los científicos pensaron que las langostas solitarias y la variedad de enjambrazón eran en realidad dos especies diferentes, hasta que fue desmentido.
El enjambre se aleja entonces de su territorio tradicional en busca de más alimentos, y seguirá adelante hasta que las cifras caigan a niveles sostenibles, o hasta que los alimentos se agoten.