Los investigadores chinos creen ahora que el mortífero coronavirus puede haberse propagado de los murciélagos a los humanos a través de la venta y el tráfico ilegal de pangolines, mamíferos escamosos muy utilizados en la medicina oriental.
«Este último descubrimiento será de gran importancia para la prevención y el control del origen (del virus)», dijo la Universidad Agrícola del Sur de China, que dirigió la nueva investigación, en una declaración en su sitio web.
Los pangolines se encuentran entre los animales más traficados de Asia, con un millón de criaturas acorazadas arrebatadas de los bosques asiáticos y africanos en el último decenio, a pesar de las protecciones específicas que ofrece el derecho internacional.
Su carne se considera un manjar y sus escamas se utilizan en la medicina tradicional de muchos países asiáticos.
Los investigadores analizaron muestras de más de 1.000 animales salvajes y descubrieron que el código genético de las muestras de cepas de coronavirus tomadas de pangolines era 99 por ciento idéntico a las muestras tomadas de humanos infectados.
En todo el mundo, el coronavirus ha matado a 636 personas, mientras que al menos 31.000 personas han sido infectadas.
Se cree que el brote se originó en un mercado de Wuhan (China) que vendía animales salvajes.
Sin embargo, estos últimos hallazgos están lejos de ser concluyentes, ya que el estudio completo no se ha publicado y, por lo tanto, no ha sido revisado por homólogos ni escudriñado de manera significativa.
«No se trata de pruebas científicas; las investigaciones sobre los reservorios de animales son sumamente importantes, pero los resultados deben publicarse luego para su escrutinio internacional a fin de permitir su debida consideración», dijo el profesor James Wood, jefe del Departamento de Medicina Veterinaria de la Universidad de Cambridge.
Mientras tanto, China ordenó una prohibición temporal del comercio de animales salvajes en enero hasta que la epidemia pueda ser controlada.
Un brote de síndrome respiratorio agudo severo (SARS) entre noviembre de 2002 y julio de 2003, que mató a 774 personas en 17 países, fue finalmente rastreado hasta los murciélagos y los investigadores ahora creen que se transmitió a los humanos a través de las civetas, una especie de mamífero nocturno.