Por primera vez, los científicos han confirmado el descubrimiento de una fuga activa de metano del fondo marino en la Antártida.
Los hallazgos fueron publicados el martes en la revista Proceedings of the Royal Society B. Según el informe, la fuga de metano en el Mar de Ross fue detectada por primera vez en 2011. Cinco años después, los microorganismos que habitualmente consumen el gas de efecto invernadero sólo se habían desarrollado en pequeñas cantidades en el lugar.
«En 2011, se formó una extensa (70 m × 1 m) estera microbiana a 10 m de profundidad en el Mar de Ross, Antártida, que identificamos aquí como un filtrado de sulfuro de hidrógeno y metano de alta latitud», explica el resumen del estudio.
Los microbios típicamente consumen el metano de tales filtraciones antes de que llegue a la atmósfera. Sin embargo, según los investigadores, el metano sigue escapando del fondo marino en el Mar de Ross, a pesar de que los microbios están presentes en el lugar.
«El retraso [en el consumo de metano] es el hallazgo más importante», dijo Andrew Thurber de la Universidad Estatal de Oregón al Guardian. «No es una buena noticia. Tomó más de cinco años para que los microbios comenzaran a aparecer e incluso entonces todavía había metano escapando rápidamente del lecho marino», añadió, señalando también que «pueden pasar de cinco a diez años antes de que una comunidad [microbiana] se adapte completamente y comience a consumir metano».
A pesar del hecho de que hay una fuga de metano, la zona donde se encontró en el Mar de Ross no se ha calentado significativamente en los últimos años.
En general, los investigadores están preocupados por la liberación de metano de los depósitos submarinos congelados y de las regiones de permafrost, ya que podría acelerar el cambio climático.
En 2018, la NASA advirtió que el paisaje del Ártico almacena «uno de los mayores depósitos naturales de carbono orgánico del mundo en sus suelos congelados».
«Pero una vez descongelados, los microbios del suelo en el permafrost pueden convertir ese carbono en los gases de efecto invernadero dióxido de carbono y metano, que luego entran en la atmósfera y contribuyen al calentamiento climático», explicó la NASA.