Fuertes vientos y lluvias heladas han golpeado la ciudad de Vladivostok en el Lejano Oriente de Rusia, dejando a miles de personas sin energía, electricidad y agua corriente. El gobierno local ha declarado oficialmente un desastre natural.
Hasta 120.000 hogares fueron afectados inicialmente y, hasta el viernes, más de 1.500 hogares de la zona estaban todavía cortados de la red, y muchos de ellos habían perdido también la calefacción central. Aunque las temperaturas siguieron siendo comparativamente suaves, a -1 grado centígrado, la combinación de fuertes nevadas y vendavales de alta velocidad perturbaron la infraestructura e incluso causaron daños a los edificios.
En las imágenes virales compartidas ampliamente el jueves, Alexander Zhuk, nativo de Vladivostok, escapó por poco de ser aplastado por una gigantesca losa de hormigón que cayó sobre su coche, que había estado descongelando.
El incidente pone de relieve la preocupación de los residentes de la ciudad por el hecho de que la nieve fresca y las temperaturas heladas están pasando factura a los antiguos bloques residenciales de gran altura que son un elemento básico en muchas ciudades del Lejano Oriente. Algunos habitantes también se despertaron y encontraron sus coches prácticamente congelados por la lluvia de hielo que cayó sobre la región durante la noche.
El periódico Komsomolskaya Pravda publicó el viernes unas inquietantes imágenes que pretenden mostrar la «primera fatalidad» del clima, con un cuerpo tendido en la nieve en uno de los parques de Vladivostok. Las autoridades locales han confirmado desde entonces que el hombre era un hombre de 60 años sin domicilio fijo. La policía está investigando las circunstancias que rodearon su muerte.
Desde el jueves se ha establecido el estado de emergencia en toda la región y se han creado refugios temporales que ofrecen comida, calor y apoyo psicológico a los que no pueden quedarse en casa. Las autoridades advierten que las condiciones podrían seguir empeorando. A largo plazo, los científicos advierten que el clima extremo podría ser cada vez más frecuente como efecto secundario del cambio climático.