(Imagen de portada © NASA’s Wallops Flight Facility / Poker Flat Research Range / Zayn Roohi )
La NASA ha presentado recientemente un experimento bastante fascinante, la misión Super Soaker, en la que disparó un pequeño cohete a la atmósfera superior que la agencia detonó para crear nubes artificiales y brillantes… para la ciencia.
Las nubes de alto vuelo que brillan en la oscuridad sobre los casquetes polares se conocen como nubes mesosféricas polares, o PMC. Se trata esencialmente de enjambres de cristales de hielo en lo alto de la atmósfera que captan la luz del sol de forma inusual.
La investigación de estas nubes brillantes podría aportar importantes conocimientos sobre las condiciones de nuestra atmósfera, un componente clave para mantener la vida en la Tierra, a medida que el tráfico espacial sigue aumentando.
Los miembros de la misión Super Soaker se propusieron crear su propio PMC en el peor momento posible: Enero en el Ártico. Esta época del año no suele ser propicia para la formación de PMC, lo que significa que no habría ninguna interferencia de las nubes brillantes que se producen de forma natural.
El equipo lanzó un pequeño cohete suborbital desde Alaska hasta una altitud de unas 53 millas, momento en el que se desencadenó una explosión que liberó la carga útil de 485 libras de agua.
En efecto, un láser terrestre detectó el resplandor de un PMC unos 18 segundos después de la explosión, lo que permitió comprender mejor la microfísica del proceso y, más concretamente, cómo se enfría la atmósfera.
Resulta que el vapor de agua a esa altura de la atmósfera superior puede reducir significativamente la temperatura circundante, generando estas inquietantes nubes de color hielo en el proceso.
El vapor de agua es un subproducto común de los satélites y los lanzamientos de cohetes, lo que significa que a medida que la carrera espacial se calienta, la atmósfera puede enfriarse y estas nubes brillantes pueden convertirse en una visión mucho más común en los cielos nocturnos de ciertas partes del globo.