Utilizando diversas sondas, incluida la nueva Solar Orbiter, la NASA y la ESA han captado múltiples erupciones solares, formadas por miles de millones de toneladas de plasma, con un detalle sin precedentes.
La NASA y la Agencia Espacial Europea lanzaron la sonda Solar Orbiter en febrero de 2020 y realizó su primera aproximación al Sol el 10 de febrero de 2021, alcanzando una distancia de 48 millones de millas (77 millones de kilómetros) o la mitad de la distancia entre nuestro planeta y nuestro sol.
Durante su sobrevuelo, el orbitador captó con éxito dos erupciones solares o Eyecciones de Masa Coronal (CME) utilizando sus tres sistemas de imagen diferentes.
Uno de ellos grabó el propio Sol, mientras que un segundo registró la transferencia de energía a través de la atmósfera exterior del Sol o corona, y un tercero captó las partículas cargadas eléctricamente, el polvo y los rayos cósmicos que fueron lanzados al espacio.
Las CME suelen provocar enormes tormentas solares formadas por partículas cargadas eléctricamente que bombardean la Tierra e incluso interrumpen los satélites de comunicaciones y los sistemas de navegación.
Una CME dejó sin electricidad a Quebec en 1989, mientras que otras dos tormentas solares cortaron las comunicaciones por radio durante un periodo de 11 horas justo después del huracán Irma en 2017, por lo que entender este fenómeno solar tiene consecuencias en el mundo real aquí en la Tierra.
Mientras tanto, en el otro lado del Sol, el satélite PROBA-2 de la ESA y el Observatorio Solar y Heliosférico (SOHA) capturaron las mismas dos CME desde una perspectiva diferente.
Las imágenes de PROBA-2 se muestran a la izquierda y la captura de vídeo de SOHO de las características de la descarga de plasma del Sol a la derecha del vídeo de abajo.
El Observatorio de Relaciones Solares Terrestres de la NASA también captó las erupciones, con el Sol bloqueado en el vídeo para mostrar con mayor claridad las propias explosiones solares sin interferencias.
El Sol está entrando actualmente en un nuevo ciclo solar de 11 años, y se espera que las erupciones, llamaradas y tormentas solares resultantes aumenten tanto en frecuencia como en intensidad, lo que hace que este tipo de observaciones sean más importantes que nunca para la vida aquí en la Tierra y en la órbita.
El Solar Orbiter volará más cerca del Sol durante los próximos seis años que cualquier otra sonda hecha por el hombre, con el fin de obtener imágenes de los polos solares. También coincidirá con la rotación del Sol, sobrevolando puntos específicos durante periodos prolongados de tiempo, lo que permitirá conocer mejor nuestra estrella.
La NASA y la ESA podrán ahora vigilar eficazmente las erupciones solares desde su origen hasta que lleguen a nuestro planeta, lo que, se espera, permitirá a las agencias espaciales y a los gobiernos del mundo coordinar sus esfuerzos para mitigar la amenaza que suponen las tormentas solares en los próximos años.