Durante miles de años, las corrientes circulantes del océano Atlántico han regulado continuamente las temperaturas de Europa y América del Norte, produciendo un efecto de calentamiento que les permite disfrutar de unas condiciones meteorológicas relativamente moderadas.
Pero los efectos del cambio climático antropogénico han disminuido el flujo de este vasto sistema de cintas transportadoras, conocido como Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés), y recientes investigaciones científicas sugieren que puede incluso estar abocado al colapso.
La desaceleración sin precedentes del vasto sistema se ha medido directamente desde 2004, pero el análisis de los datos indirectos sugiere un declive más prolongado, que comenzó a mediados y finales del siglo XIX y se aceleró después de 1950.
Un estudio, que examinó núcleos de hielo y sedimentos oceánicos, determinó que el AMOC estaba «en su estado más débil en más de un milenio».
«Todo apunta a un debilitamiento de la AMOC», afirmó Sybren Drijfhout, oceanógrafo de la Universidad de Southampton.
El calendario de un posible colapso de la AMOC sigue sin estar claro, pero las consecuencias para el clima de la Tierra serían inmensas.
Las temperaturas en Europa y el este de Norteamérica descenderían hasta 5 grados Celsius (9 grados Fahrenheit), lo que provocaría un clima invernal más extremo.
Las ciudades costeras de Norteamérica se inundarían por la subida del nivel del mar. También alteraría los monzones de África Occidental y Asia, que suministran lluvias vitales para los cultivos de los que dependen decenas de millones de personas.