(Imagen superior de portada © Dr. Chichuan Jin, de los Observatorios Astronómicos Nacionales, Academia de Ciencias de China y Laboratorio de Imagen Conceptual del Centro de Vuelo Espacial Goddard / NASA.)
Los científicos han redescubierto el «latido del corazón» de un agujero negro supermasivo a 600 millones de años luz, después de haber desaparecido durante varios años.
El agujero negro late en el centro de una galaxia muy, muy lejana llamada RE J1034+396, y fue detectado por primera vez hace más de una década, en 2007. El latido es el resultado de la materia que cae en el agujero y cruza el horizonte de sucesos, liberando enormes ráfagas de energía que crean un patrón repetitivo en el proceso.
La naturaleza y el espacio entre estos latidos informan a los científicos sobre el tamaño del agujero negro en sí mismo, así como la estructura y la composición del espacio que lo rodea. Cuando se descubrió inicialmente, los científicos lo registraron cada hora hasta que fue bloqueado por nuestro sol en 2011.
Según el autor principal, el Dr. Chichuan Jin, de los Observatorios Astronómicos Nacionales de China y la Universidad de Durham en el Reino Unido, los latidos prueban que las señales de los agujeros negros supermasivos pueden ser fuertes y persistentes. Proporciona a los científicos una oportunidad única para estudiar este tipo de comportamiento, con el fin de mejorar la comprensión de la humanidad de las aterradoras bestias cósmicas que acechan en la oscuridad del universo.
«El único otro sistema que conocemos que parece hacer lo mismo es un agujero negro de masa estelar 100.000 veces más pequeño en nuestra Vía Láctea, alimentado por una estrella binaria compañera, con luminosidades y escalas de tiempo correspondientemente más pequeñas», dice el Profesor Chris Done, del Centro de Astronomía Extragaláctica de la Universidad de Durham.
Ahora que los científicos han redescubierto la señal del latido del corazón, realizarán un análisis detallado de la misma antes de comparar y contrastar sus hallazgos con el comportamiento de los agujeros negros de masa estelar en nuestra propia Vía Láctea.